viernes, 20 de noviembre de 2009

Luz cotidiana de la fotografía colombiana



Artículo de opinión cultural



Por: Leonardo Doria de Ávila


En ocasiones, se nos olvida que la luz es brillante hasta cuando es opaca y que la esencia de la fotografía es la luz, lo que hace diferente a un fotógrafo de otro es el manejo de la luz, pero no sólo la luz exterior, sino el cómo refleja la luz interior el fotógrafo. Es justamente esto lo que diferencia a Víctor Robledo de los demás; fotógrafo colombiano, nacido en Bogotá D.C., que muchos colombianos no conocen y que deberían conocer, algunas de sus exposiciones individuales han sido exhibidas en Nueva York, Basilea, México D. F., La Habana, Buenos Aires, Miami, Born, Stutgart, en fin, además, ha sido acreedor del Premio Luís Caballero.

"El contacto con la luz parte de la observación en el transcurrir de los días", dice Robledo, y no es la luz de los lugares más lejanos, sino la de los lugares que observamos todos los días y a los que no le prestamos atención; son justamente esos lugares por los que transcurrimos día a día los que reflejan “Una parte de mí”, nuestra luz interior.

"Fotografío lo que siento, más que lo que veo. Sé que para algunos de los que ven, puede ser difícil entender lo que hago", explica Víctor Robledo. Entonces, entendemos que él no ve la luz y los lugares como una obsesión, sino como tranquilidad y admiración. Vemos cómo Robledo relaciona la luz con lo cotidiano y la parte interior: "La luz cambia según quien habite cada lugar, según el sitio del mundo. Cambia su intensidad, su ángulo de incidencia. Eso es lo lindo de la luz: su diferencia casi diaria".


Ahora bien, uno se imagina a un fotógrafo en los paisajes más abiertos tomándole fotos a lo que le parece lindo; sin embargo, yo me imagino a Víctor Robledo en su casa, con unos jeans azules hechos de luces, un suéter azul clarito de tela bordada de recuerdos, con unas gafas de reflejos interiores y con una taza de café admirando la luz de los lugares más cotidianos y comunes de la vida (tal como aparece en la foto).

Lo que quiere Robledo es que la fotografía vuelva a casa, que se dé un regreso a la vida misma, a lo cotidiano y que las fotos, más que un recuerdo instantáneo que se puede reproducir por doquier, reflejen nuestra luz interior. Una foto nueva es como una nueva casa: antes de tomarla estamos en blanco, es una hoja en blanco, sin embargo, cuando decidimos tomarle una foto a un lugar o a lo que sea que nos guste, ya hemos rallado aquel bloque de nieve.

La luz se refleja en el objeto, en el lugar, luego hace visible la oscuridad, entonces, la imagen hecha de recuerdos entra en el lente de una cámara o hasta de un celular. Nos damos cuenta de que lo oscuro también es luz interior: la luz fosforece entre las nostalgias y los recuerdos, el día ya no parece día, la noche puede que ya no sea noche, todo parece hecho de sol pero oscuro, las fotos, los recuerdos vuelven a ser puros.

No sé ustedes, pero ya nosotros hemos puesto nuestra luz en la hoja en blanco, porque más que lugares, hay atmósferas, el lugar se convierte en un ser viviente más o, como dice Víctor Robledo, "En las fotos está el alma del espacio, porque el alma de los espacios está determinada por la luz".

*La imagen es una composición de Leonardo Doria construida a partir de dos fotos: una tomada por él mismo y otra de Víctor Robledo tomada por la trabajadora de El Tiempo Andrea Moreno [Disponible en: http://bogota.vive.in/arte/bogota/articulos_arte/agosto/IMAGEN/IMAGEN-5819958-2.jpg].

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